Blog creado por Antonio Patiño y actualizado periódicamente con noticias de actualidad y con otros apartados interesantes de nuestro pueblo y sus costumbres

PERSONAJES MIGUELETES




Tradicionales




Miguel Esteban ha tenido, como todas las poblaciones, unos personajes históricos, tradicionales, que son recordados por la mayoría de los que hoy viven. Unos han sido maestros del pueblo; otros, alcaldes; también párrocos y (¡cómo no!) alguaciles, labradores, carpinteros, comerciantes, camareros, vendedores ambulantes y mendigos.En la foto de arriba está D. Juan Patiño Torres. Un maestro de toda la vida. Es el maestro por antonomasia. Dedicó toda su vida a la enseñanza. Por él han pasado muchas generaciones de migueletes. Hace unos años, el pueblo dió su nombre a un Instituto de Secundaria, con todo merecimiento.




Modernos


La vendimiadora

Hoy tenemos menos personajes importantes que antaño.Quizás, porque la leyenda se hace con el tiempo y el tiempo actual aún es presente. Posiblemente, cuando pasen 30 o 40 años, las generaciones actuales los hagan tradicionales. El monumento a la mujer vendimiadora está situado frente a la entrada del Parque municipal. Antiguamente, este lugar estuvo ocupado por un pozo público municipal, a donde acudían los labradores a dar agua a las caballerías tras volver del trabajo cotidiano en las huertas. Al lado, estaba lo que se llamó "El Calvario", porque en esa zona había tres cruces, y servía de monumento a semejanza del Gólgota en Miguel Esteban. Posteriormente, ese conjunto de cruces fue sustituido por una fuente de granito, con cuatro caños. Eran los tiempos en que llegó el agua corriente al pueblo. Pasada la furia de la fuente, se ubicó en su lugar una farola con 4 candelabros, que tenía poco de artístico. Tras la desaparición de la desafortunada farola, se colocó esta escultura que actualmente pervive. La mujer migueleta, ha sido siempre y tradicionalmente una vendimiadora que trabajaba como el que más. Pero no se le había erigido monumento alguno.


N...el de las castañas

EL VENDEDOR DE CASTAÑAS.- Ahora recuerdo que, cuando yo aún no tenía 13 años, o mejor dicho, cuando yo estaba entre los 9 y los 13 años, había en mi pueblo, en Miguel Esteban, un vendedor ambulante que intentaba vendernos todo tipo de chucherías que en aquellos tiempos podíamos aspirar a tener. Se llamaba...(obvio decirlo). Sólo sabíamos su nombre. No sabíamos más. Como chiquillos, le llamábamos “N... el de las castañas”y nada más, porque en invierno se hacía más entrañable, cuando nos vendía unas castañas calentitas, que él asaba en un artilugio casero y que llevaba de su casa al Parque o a la Plaza. Creo que estuvo soltero durante mucho tiempo; o por lo menos lo recuerdo como que era un hombre mayor, de unos cuarenta o cincuenta años ( o al menos nos parecía a nosotros), que no tenía a nadie. Y, a decir verdad, ni nos preocupaba saber si estaba soltero o casado; solo que no se le veía acompañado nada más que de un pequeño remolque de mano, de esos que como único guía tenía una barra de hierro y al final una cruz para agarrarlo y un perrito que lo único que hacía era ladrar cuando veía a otros perros mayores que él. Bueno, pues como iba diciendo, llevaba el remolquito repleto de departamentos de cartón (o cajas de zapatos), y en cada uno de ellos llevaba un tipo de golosinas: caramelos “sacis”, bolas de anís, de dos reales, bolillas de anís de una perragorda diez bolillas, chicles “bazooka” que costaban a 1 real, tiras de regaliz a perrilla, pipas tostadas, con sal y sin sal, garbanzos, pipas de calabaza, cacahuetes mondados y sin mondar, castañas, bellotas, cuentos del “Guerrero del Antifaz”, de “Roberto Alcázar y Pedrín”, novelas del oeste para los mayores...en fin una serie de productos de consumo de la época que hacían las delicias de los domingueros que paseábamos por las calles del pueblo sin saber a dónde ir; porque lo de ir al cine, estaba reservado para la gente a la que no le importaba gastarse un duro en la entrada de butaca o de tres pesetas en el “gallinero” para ver una película (en blanco y negro la mayoría) del “Bandido generoso”, de Joselito o de “Marcelino Pan y Vino”. De vez en cuando, ponían una “en Tecnicolor”y era ya algo que entusiasmaba a la muchedumbre y se alababan los grandes adelantos en el cine que ponía “U...”, otro de los personajes que era coetáneo de N... y que tenía en aquellos tiempos, una máquina de cine para una población que no era muy numerosa. Bueno, pues “N... el de las castañas” tenía la costumbre de pregonar su producto cuando estaba entre la gente y rodeado de chiquillos y mayores en los alrededores de las puertas del cine o a las puertas del Parque Municipal. Pero su grito era tan característico que en los atardeceres de invierno o del otoño avanzado, cuando el sol estaba a punto de ponerse y las nubes dibujaban en el cielo rasgos de frío con anhelos de estufa y hogar de leña, que me hace aún recordar aquel estentóreo grito de:”¡¡¡háaaaay péeepitas.....tóooooooostadas!!!” “¡Venga, vayan pasando vayan comprando por la casa de N.... La casa de N..., nunca “frascasa” jamás!”...y entonces se volvía a oír el murmullo de la gente a sus alrededores...mientras N... se frotaba las manos con aquél gesto que lo hacía tan característico, sin saber si lo hacía porque tenía frío o porque observaba que su pequeño “negocio” le iba bien... El hombrecito, menudo y de pequeña estatura, con la tez curtida y arrugada por el sol, nos dio un día una sorpresa a todos, cuando le vimos en compañía de una mujer, mayor que él, al menos en estatura y en volumen, con cara de pocos amigos y que nos hizo parecer que ahora, N..., valía menos que antes cuando estaba en compañía de su carro y su perrito que siempre le acompañaba... Esta mujer, al parecer, se llamaba Antonia y vivía por las costeras. Era ahora la mujer, la que parecía que manejaba el “cotarro” del negocio y...desde entonces, cada vez se le oyó gritar menos veces o con menos fuerza... En los últimos tiempos, N... quiso "modernizarse" y añadió a su carrito una especie de ruleta de la suerte, a la que llamaba "tarata". Y siempre hacía su propaganda gritando a los  cuatro vientos: "¡A jugar a la tarata....Unos lo prueban y otros no lo catan...!" Pasó el tiempo y no sé qué fue de  N... ¿Se marcharía a Quintanar con su mujer? ¿moriría en el pueblo? Cuando me ausenté del pueblo por los estudios, dejé de oír su voz y no volví a oír hablar de él... 

"Cocodrilo"

COCODRILO.- Cocodrilo era el apodo de un personaje que conocí en mi pueblo, cuando yo era muy niño. Puedo recordar episodios muy puntuales tal como una cancioncilla que recorría el pueblo de boca en boca que se repetía con una música de estribillo y de soniquete, hablando de “alguien” que no estaba en sus cabales y que se fue a una huerta donde había un motor de gas-oil (en aquellos tiempos era algo moderno) para sacar agua del pozo y regar la huerta. Entonces, este tal “Cocodrilño" había ido a esa huerta y haciéndolo adrede o por ignorancia, quiso encender alguna mecha con gasoil para poner el motor en marcha o para calentarse (eso no quedaba muy claro en la canción) con el resultado de que se incendió el bidón de gasoil que había y resultó quemado, al menos en las ropas que llevaba. La canción se propagó de la misma forma que lo hacían los ciegos en el medievo, con la misma musiquilla: “En la huerta de fulano, hay un bidón de gasoil/ y “Cocodrilo" ha llegado sin nada para encender...” Bueno, pues recuerdo que una noche de verano o casi de verano, pero de esas noches que la temperatura ya empieza a calentar las aceras y apetece sentarse en corro con los amigos, había un grupo de gente en torno a este personaje. Este “Cocodrilo" estaba contando a grandes voces, con voz distorsionada por la bebida o porque su naturaleza no le daba para más, lo que había pasado en aquella huerta. La gente se reía y bromeaba. El se enorgullecía de contar la “faena” que había llevado a cabo. Iba vestido con una cazadora vieja militar. No recuerdo si era de guardia civil o de soldado regular, pero el caso es que iba vestido como un desertor de la guerra de secesión americana. Además, hablaba de alguna chica que llevaba un coche y que se subió con ella y el coche “iba a ciento” (en aquel tiempo, cuando un coche iba a cien por hora, era una proeza). Mientras contaba y reía, los demás escuchábamos y otros preguntábanle cosas para que siguiese desgranando una serie de dislates reales o imaginados que hacían las delicias de los que allí estábamos, al tiempo que se enorgullecía de ser “muy amigo del cabo”(de la Guardia Civil), cosa que ahora comprendo como una forma de echar balones fuera para no estar constantemente apresándole. No sé que fue de él. Según me han contado algunos migueletes al parecer murió en un accidente de tráfico. Parece ser que iba en lo alto de una camioneta y, de forma voluntaria o involuntaria, cayó a la calzada y murió. Creo que era de El Toboso y posiblemente fue enterrado en ese pueblo cervantino.

Las Cris...

LAS CRIS....- Así  llamábamos a dos hermanas llamadas Blasa y Nati que estaban solteras (o viudas) y vivían juntas. Nati era ciega. Al parecer, le guerra les jugó una mala pasada, les mató a su familia y se quedaron solas. Las dos hermanas eran de buena familia y tenían bienes suficientes para vivir bien. Y se vestían de seda en los días de fiesta (según me han contado). Pero sus padres acabaron vendiendo su casa por motivos de  la crisis económica  y quedaron sumidas en la pobreza viviendo en la c/Gavilanes. Aparentemente, no estaban muy cuerdas y a los chiquillos nos daban miedo, pues salían gritando de su casa cuando de forma compulsiva nos poníamos a tirarles piedras a su puerta. Evidentemente, las dos hermanas, que eran de baja estatura, enjutas de rostro y la piel arrugada, salían gritando estentóreamente diciendo algo así como: ¡Así arda el cura y..¡¡los cien mil criminaleeees...!!” cuando comenzábamos a lanzarles todo lo que teníamos a mano.  Por lo visto no se refería al cura sino a la persona que les compró la casa que tenía un apodo parecido al cura y por eso, cada vez que se acordaban de que se habían quedado sin casa, se acordaban de dicho comprador que vivía también en las inmediaciones de la iglesia. Reconozco ahora, que esa actitud recidivante de la chiquillería de mi tiempo, tenía algo de morboso, pero creo que propiciado y azuzado por mentes interesadas en provocarlas. Lo cierto es que a nosotros nos parecían brujas que nos respondían con gritos y pedradas cuando nosotros les acosábamos de alguna forma. Como si de una visión bíblica se tratase, la posibilidad maniquea de las dos mujeres era una forma de perderles algo el miedo. Una era la "cris... buena" y la otra era "la mala". Lo de buena y mala era una suposición nuestra por el hecho de tirar menos o más piedras. El apodo de “cris...” sería derivado, supongo, del nombre de una de ellas o heredado de la madre. Vivían por detrás de la iglesia del pueblo, en una calleja casi a oscuras y lindante con el campo sembrado de cebada. Con el tiempo, no sé qué ocurriría con ellas. Quizás morirían o las trasladaron a algún asilo de una población vecina...pero no se supo más de ellas.

Los Tor...

LOS TOR....-(J.M. y su hermano).-Los “tor...” eran dos hermanos que vivían má abajo de la iglesia, frente a la vega. Eran el terror de los chicos de mi tiempo. Como en el caso de las "cris...", había un tor... “bueno” y un tor... “malo”. El mayor, que era el “bueno”, se llamaba J.M. Vivían en una casucha miserable, que cómo única vista al frente tenía el cementerio, la vega llena de juncos y hierbas salitrosas y un enorme barrizal frente a su casa, con olor a oveja. Era la hermana "To...", que vendía lo que hoy conocemos como refrescos (Fanta, Mirinda, Coca Cola, etc.) anteriores a las gaseosas "La Casera", "El Vítor" y otras más. Según me cuentan, no sabemos si ella era la "To..." o era la mujer del "To..."
Para nosotros, venían a ser algo así como los cuatreros del pueblo, pendencieros con los que era mejor no encontrarse de frente, pues era casi seguro que salías a patadas con ellos, pues pasaban de la simple provocación a la agresión por un quítame allá esas pajas. Cuando se estaba en medio de la agresión o en plena batalla campal, surgía la voz de la madre, que salía a la puerta de la casa: “¡¡José....M.......aaaa...!!. Y allá se iba despidiéndose con la patada correspondiente. Ese era el bueno; porque el malo te buscaba por doquier y no te daba cuartel hasta que te enfrentabas con él. La verdad es que yo, que era débil físicamente y timorato, nunca me tuve que enfrentar porque evitaba a toda costa verlos ni siquiera de lejos. Con la mayoría de edad, uno de ellos, el mayor, se puso a trabajar en el cementerio de Quintanar de la Orden. Pero con la madurez, desaparecieron del pueblo sin dejar rastro. La madre, que pretendía ser sensata, se ganaba unas pesetillas vendiendo gaseosas frescas (metidas en agua con hielo en una espuerta), cuando era fiesta o en las ferias del pueblo.


Los mendigos

LOS MENDIGOS LOS MENDIGOS.-(Mac..., la Pes..., Fed...).-En los años 50, los pobres o pordioseros eran una figura frecuente en nuestras vidas. Los veíamos por las calles, mal vestidos, harapientos,con paso vacilante, dudoso o serpenteante, lento. Algunos de ellos solían cubrirse con una manta vieja, desechada de las que cubrían las caballerías. Frecuentemente, al menos dos o tres veces por semana, se pasaban por nuestras casas. Llamaban o abrían las puertas( se alzaba el picaporte, pues por aquellos tiempos no se cerraba con llave o cerrojo) y pedían una limosna. La limosna más frecuente solía ser algo para comer. Las menos veces, consistía en una moneda de poco valor. La mayoría de las veces se les daba algo de pan (una rebanada) que frecuentemente estaba duro. Los pordioseros de mi pueblo eran muy conocidos por todos: Mac..., Fed... y la Pes... Mac... era el de mayor edad. Aparentaba unos sesenta o sesenta y cinco años. Era bajo, corcovado, ancho de espaldas y con rostro cabizbajo. Hablaba como si le costase trabajo sacar las palabras y el aire de los pulmones, con voz quejumbrosa y débil. Se llamaba Deo..., pero todos le llamábamos “Mac...” (no sé por qué). Andaba despacito y cadencioso, balan queceándose de un lado al otro. Cuando llegaba a una puerta,llamaba, abría y pedía un cacho de pan.(¿sería por eso por lo que le ponían el sufijo?). Algunos me han dicho después que él mismo comentaba (posiblemente sea un invento de alguien) que le llamaban Mac... porque decía:"si veo a la G. Civil, me acacho y no meven".  Años más tarde, cuando yo estaba estudiando en Toledo, oí decir que Mac... se había muerto. Otro de los pobres era “Fed...”. Este era alto y más bien delgado. Tendría unos cuarenta a cincuenta años. Supongo que aparentaban más años de los que realmente tenían. También se arropaba con una manta que lo cubría desde los hombros. Con gesto cariacontecido, como si su vida fuese un duro camino que le había tocado vivir (y en realidad, así era), llamaba a la puerta, levantaba el picaporte y se santiguaba al mismo tiempo que exclamaba: “¡Ave María purísimaaaaaaa...!”. Los de la casa le contestaban: “Sin pecado concebidaaa...” y le daban una “perragorda”, dos reales o como mucho, una peseta. Fed... se marchaba y nosotros entornábamos la puerta y, muchas veces, echábamos el cerrojo. La gente dijo que un buen día se encontraron al pobre Fed... tirado en una acera del pueblo. No se sabe si borracho, durmiendo o vaya a saber si era un mareo, un infarto o una lipotimia...porque entonces nadie sabía ni se preocupaba de cosas raras de médicos; sobre todo, cuando le ocurría a los pobres...  El otro pobre, en este caso femenino, era la “Pes...”, casada con "Mata...". Era una mujer alta, delgada, destartalada, con el rostro desagradable, con los ojos medio cerrados, la cabeza cubierta con un andrajoso pañuelo que le tapaba hasta la frente y de andares apesadumbrados; como si el cuerpo le pesase más de lo que aguantaban las piernas.Tendría alrededor de 60 años y hablaba como si estuviese sacando fuerzas de flaqueza, voz femenina, pero quebrada. cuando solicitaba limosna, siempre pedía una peseta, de ahí su apodo. Además lo hacía al mismo tiempo que se levantaba el pañuelo con una mano y con la otra se levantaba el párpado que le abría un ojo para poder ver a quien tenía en frente. Al mismo tiempo gritaba: “¡Hermannnnaaaaaaaa...!”. Lo de “hermana” es una costumbre del pueblo, para llamar a alguien. “Hermano” o “hermana” se dice a cualquiera en lugar de decir “señor” o “señora”, “tío” o “tía”. Posiblemente derive esta tradición de haber sido terreno conquistado en la Reconquista por las Órdenes Militares, concretamente la de Santiago. y de ahí la “fraternidad” (utilizada frecuentemente entre los monjes),en el tratamiento de los paisanos. Bien, pues volviendo a la “Pes...”, la persona que lo decidía, le daba una moneda de escaso valor, a pesar de solicitar la peseta mencionada.. No supe después qué pasó con esta mujer. Quizás muriese en el pueblo, como Mac.... Quizás fue internada en algún asilo, pero allá por los años sesenta, se dejó de ver y oír por nuestras calles; bien porque acabase su vida o bien por el inicio del desarrollismo en España que hizo desaparecer de una u otra forma estas vidas que delataban una miseria sangrante, de la España de la posguerra tardía...
Hubo otros personajes característicos que me han contado, que yo no conozco  o casi desconozco, pero que no eran mendigos, como "La Narcisa, la Canana, la Demetria, la sepulturera, Manolo bocanegra".

La hermana Ch...

LA “HERMANA CH...”.- La hermana “Ch...” era el nombre que le dábamos a una mujer entrada en años, de baja estatura, de perfil redondo como su cara, cuyos ojos se dibujaban tras unas gafas grandes y oscuras, que hablaba con parsimonia y con voz perezosa sobre el más allá, la próxima llegada del fin del mundo y otras cosas que hablaban de exterminio divino, rezos y misas por doquier. Lo de “hermana” se le decía, como tratamiento, por costumbre en el pueblo. Lo de “ch...” hacía honor a su fisonomía nasal. Siempre iba cubierta su cabeza con un velo negro, vestía hábito de alguna orden religiosa y vivió allá por los años 60. Supongo que moriría cuando yo me encontraba fuera, estudiando ya en la universidad. La verdad es que los chavales nos divertíamos cuando nos contaba esas cosas estrambóticas...